Dossiê temático: Resolução de Conflitos e Literatura Clássica / Special Issue: Conflict Resolution and Classical Literature

Entre competencias y confrontaciones: versiones inconsistentes sobre la Tregua de Navidad y la tregua olímpica y breves reflexiones sobre el rol de los deportes como herramienta de resolución de conflictos

Among competitions and confrontations: inconsistent versions of the Christmas Truce and the Olympic truce and some thoughts on the role of sports as a conflict resolution tool

Pablo Guarín Robledo
Princeton University, Princeton, Estados Unidos de América

Entre competencias y confrontaciones: versiones inconsistentes sobre la Tregua de Navidad y la tregua olímpica y breves reflexiones sobre el rol de los deportes como herramienta de resolución de conflictos

Classica - Revista Brasileira de Estudos Clássicos, vol. 36, pp. 1-8, 2023

Sociedade Brasileira de Estudos Clássicos

Recepción: 29 Agosto 2022

Aprobación: 12 Septiembre 2022

Resumen: Este artículo busca dar cuenta de las relaciones, más o menos evidentes, entre las competencias deportivas y los enfrentamientos bélicos. Trabajos y días, la epopeya didáctica de Hesíodo, y la lectura que hace Friedrich Nietzsche sobre el pasaje en el que se explica la doble naturaleza de la diosa Eris, sobre todo, sirven de marco para la comparación de dos relatos que, si bien parecen no corresponderse con la realidad, hablan de la neutralización de conflictos armados y su sustitución por un ritual no violento asociado al deporte. Los apuntes biográficos de Hermipo de Esmirna sobre Licurgo y la instauración de la tregua olímpica (ekecheiria), y el cuento corto del veterano de la Primera Guerra Mundial Robert Graves dedicado al fútbol durante la Tregua de Navidad de 1914 son los dos textos, que, a pesar de haberse convertido en una fuente sistemática de imprecisiones históricas, permiten reflexionar sobre la manera como las competencias deportivas pueden constituirse (al menos en potencia) en una herramienta de resolución de conflictos.

Palabras clave: resolución de conflictos, tregua de navidad, Hermipo de Esmirna, Robert Graves, Hesíodo, Friedrich Nietzsche.

Abstract: This article tries to give account of some relations between sport competitions and warlike confrontations. Works and Days, Hesiod’s didactic poem, and principally Friedrich Nietzsche’s reading of the passage in which the double nature of Eris is explained frame the comparison between two stories that, even appearing to be false or at least far away from historic truth, speak about the neutralization of war conflicts and their substitution through non-violent rituals associated to sports. The biographic writings of Hermippus of Smyrna about Likurgos and the instauration of the Olympic truce (ekecheiria) and a short story written by Robert Graves, a World War I British veteran, and dedicated to the football matches played during the Christmas Truce in 1914 are the two texts that, despite of being a systematic source of historical imprecisions, reflect how sport competitions constitute a very valuable tool in conflict resolution.

Keywords: conflict resolution, Christmas truce, Hermippus of Smyrna, Robert Graves, Hesiod, Friedrich Nietzsche.

En sus anotaciones sobre la obra del biógrafo Hermipo de Esmirna, el profesor Jan Bollansée de la Universidad de Lovaina, cita un pasaje, que, según él, ha sido fuente sistemática de imprecisiones históricas e interpretaciones erróneas. En este pasaje, Hermipo relata cómo Licurgo –el legislador de Esparta– fue instado por los dioses a apoyar el festival olímpico organizado por Iphitos, rey de Elis, y lo inspiraron a acordar con él una tregua, con el propósito de que los atletas pudieran desplazarse de forma segura:

And yet (…) there are some who affirm that at the beginning Lykurgos was not involved in any way in Iphitos’ enterprise, but that one day he was accidentally staying at the games as a spectator; at that moment he heard a voice –apparently a human voice– from behind, reproaching him and expressing amazement that he did not impel his fellow-citizens to take part in the festival; when on turning around the speaker was nowhere to be seen, he concluded that a god must have addressed him; consequently, he applied himself forthwith to Iphitos, and by supporting him in organizing the festival he gave it more renown and a more secure basis. (Hermipo apud Bollansée, 1999, p. 563)

Esto resulta problemático, en primer lugar, porque reproduce una idea equívoca planteada antes por Aristóteles quien, basándose en una inscripción encontrada en Olimpia en la que se nombra a Licurgo, consideraba que el legislador de Esparta era contemporáneo al rey Iphitos y a la fundación del Festival olímpico, por lo que debía haber vivido alrededor del año 776 a.C. Sin embargo, como señala Bollansée, la tregua sagrada no puede ser tan antigua como el Festival olímpico. Si bien la simultaneidad de estos dos eventos –la fundación del Festival olímpico y la instauración de la tregua sagrada– fue una idea difundida a finales del siglo V y comienzos del IV por sofistas y oradores, y por más de que aún hoy una buena parte de la Crítica académica considere que ambos eventos ocurrieron al mismo tiempo, la conclusión del profesor Bollansée es tajante en este sentido: “This (…) could be no further away from the historical truth” (Bollansée, 1999, p. 563).

De hecho, ya en el siglo tercero –cuando escribe Hermipo– era generalmente aceptada la noción de que las reformas de Licurgo habían tenido lugar hacia comienzos del siglo noveno; es decir, por lo menos 100 años antes de la fundación de los juegos:

Hermippos was probably aware of the chronological problem that by his time had posed itself with respect to Aristotle’s making Lykurgos a contemporary of the Spartan King Charilaos and Iphitos (from the fourth century B.C. onwards, the generally accepted date of Lykurgos’ reforms was the first half of the ninth century, while Iphitos’ floruit was set some hundred years later, in the first Olympiad = 776 B.C.). (Bollansée, 1999, p. 565)

Consciente de la imprecisión cronológica de Aristóteles, Hermipo probablemente buscó enmendarla, de manera que hizo a Licurgo –o mejor, quizás, a sus ideas– responsable solamente de la instauración de la ekecheiria, la tregua sagrada. Reconocerlo también como co-fundador del Festival olímpico resultaba prácticamente imposible.

Bollansée, desde luego, no se limita a demostrar que ambos eventos no ocurrieron de forma simultánea. Su interés se centra, principalmente, en rastrear el origen de esa falsa presunción, que, como bien señala, sigue siendo fuente de interpretaciones erróneas. Así, apoyándose en las investigaciones de Antony Raubitschek (1988, p. 35-7), sostiene lo siguiente:

In the late fifth and fourth centuries, in which the Greek world was the permanent stage of murderous warfare, sophists and orators sought to reassess the concept by presenting it as the gist of the Panhellenic movement, which ensured friendship, harmony and peace; consequently, it had to be connected closely to the foundation of the Olympic Games, and this became the image that was propagated. (Bollansée, 1999, p. 563)

En otras palabras, el profesor Bollansée considera que la idea que tenemos nosotros de la tregua olímpica es, en realidad, una construcción cuyo origen puede rastrease, si acaso, hasta los últimos años del siglo V. Aunque no descarta que un eventual cese de hostilidades tuviera lugar, tras lo que denomina un largo proceso de “reconocimiento y organización supra-regional” (Bollansée, 1999, p. 564), recalca que esta idea de la ekecheiria como una tregua que buscara asegurar la amistad, la armonía y la paz, acordada de la mano a la fundación del Festival olímpico en el año 786 a.C. no podría estar más alejada de la realidad.

De forma similar, desde los años 80 del siglo pasado, se ha cuestionado el verdadero alcance de la, así llamada, “Tregua de Navidad” de 1914. Según la idea que se tiene de este suceso, en la primera Nochebuena de la Gran Guerra se produjo un alto al fuego en el frente occidental; tras el cual, soldados alemanes y británicos se encontraron en la Tierra de Nadie, intercambiaron regalos, cantaron villancicos y finalmente jugaron un partido de fútbol.

No obstante, autores como Malcolm Brown y Shirley Seaton sostienen que la historicidad del mítico partido de fútbol es ampliamente cuestionable (1994, p. 198). En esto concuerdan con el también historiador y veterano de la Gran Guerra Chris Baker quien, en Christmas Truce: The Western Front December 1914, reconoce que más allá de algunas cartas que hacen referencia a unos cuantos partidos de fútbol, no hay evidencia que demuestre de forma definitiva que el fútbol desempeñó un rol importante en el alto al fuego de 1914 (Baker apud Crocker, 2015, p. 48). En esta misma línea apunta la doctora Terri Blom Crocker, cuyo trabajo monográfico The Christmas Truce: Myth, Memory and the First World War constituye uno de los aportes más significativos a la historiografía de la célebre tregua de 1914. Si bien Blom Crocker reconoce, como Baker, que se dieron unos cuantos partidos de fútbol en el Frente Occidental a finales de diciembre de 1914, constata que se trató de unos cuantos eventos aislados: “There were even some football matches between the opposing sides, although not nearly so many as would later be believed” (Crocker, 2015, p. 52). Por fortuna, Brom Crocker no se limita a cuestionar la historicidad de la tregua futbolística y, en cambio, reflexiona sobre el valor de los relatos que se han construido alrededor de estos encuentros:

Although most of the stories of football games were rumors rather than reality, the fact that so many soldiers either mentioned matches being proposed or reported hearing that they took place has given the mostly mythical games an air of reality and embedded them firmly in the collective memory of the truce. (Crocker, 2015, p. 52)

El más célebre de estos relatos, al punto de que podría decirse que, a pesar de su naturaleza ficcional, se convirtió con el tiempo en la versión más extendida de los hechos, fue el publicado en 1962 por Robert Graves, titulado, como no podría ser de otra manera, “Christmas Truce”. El marco del relato está dado por la decisión del narrador-personaje, un veterano de la Gran Guerra como el propio Graves, de contarle a su nieto la historia de la “Tregua de Navidad”, después de que este le pidiera participar en una manifestación antinuclear. Antes de empezar, sin embargo, aclara que ya le había contado la historia a su nieto y que, a juzgar por la invitación que le hizo, y que fue declinada de forma vehemente por el viejo, “el muchacho había sacado falsas conclusiones” (Graves, 2016, p. 429). Es decir que, incluso en el marco ficcional que envuelve el relato de Graves, existe aquí cierta inclinación a constituirse en un recuento verídico de los hechos, uno que no deje lugar a interpretaciones erróneas (como las que surgieron, dicho sea de paso, a raíz de los escritos de Hermipo de Esmirna), de manera que no es de extrañarse que haya sido incorporado por muchos como la versión oficial de lo ocurrido. Sobre el partido de fútbol, el narrador-personaje señala lo siguiente:

La tierra de nadie nos había parecido tener diez kilómetros de ancho cuando los que hacíamos la patrulla nocturna nos arrastrábamos por allí, pero ahora vimos que no tenía más anchura que dos campos de fútbol. Nosotros proporcionamos el balón y colocamos camillas para hacer de porterías, y el reverendo Jolly, nuestro capellán, hizo de árbitro. Nos ganaron por tres a dos, pero es que el capellán mostró demasiada caridad cristiana: el extremo izquierdo alemán marcó el gol definitivo cuando estaba totalmente fuera de juego y así lo admitió en cuanto sonó el silbato. (Graves, 2016, p. 432)

A propósito de la forma como este relato ficcional da cuenta del rol desempeñado por el fútbol en la tregua navideña de 1914, considero necesario detenerme en dos cuestiones. La primera tiene que ver con que, como permite ver el marco temporal del cuento de Graves, este relato de tregua espontánea propiciada por el deporte se produce justamente en un momento en el que resulta necesario exaltar los ideales de hermandad, amor y armonía entre pueblos, ante la inminente amenaza de la destrucción por cuenta de un enfrentamiento nuclear. En segundo lugar, es necesario notar que la tregua futbolística no se presenta como un lugar desprovisto de las tensiones entre los dos bandos envueltos en la guerra; a la aclaración del narrador personaje de que los alemanes ganaron el partido por un gol “en fuera de juego”, habría que agregarle, quizás, que, si bien la balanza se inclinó tramposamente a favor de ellos en el breve armisticio deportivo, finalmente favoreció a los británicos en la Guerra.

Tal parece, no obstante, que la noción que tenemos sobre estos periodos de tregua, la ekecheiria asociada al Festival olímpico en la Grecia Antigua, y la Tregua de Navidad de 1914, son poco menos que una ficción; un relato literario, casi; una mentira bien contada, a fin de cuentas. Y sin embargo, no se trata aquí de defender o cuestionar la historicidad de estos eventos. Si ocurrieron o no, o si lo hicieron de tal o cual manera es lo de menos. Me interesa, por ahora, señalar la importancia que tienen la ekecheiria y la Tregua de Navidad en tanto relatos: construcciones ambas, que parten del supuesto de que las competencias deportivas –si se me permite el anacronismo– tienen el potencial de detener, suspender, y neutralizar determinados enfrentamientos bélicos. Es justo preguntarse: ¿Qué comparten el Festival olímpico y el fútbol moderno, para que, en diferentes momentos de la historia, se los haya considerado espacios propicios para la paz?

En su epopeya didáctica Trabajos y días, Hesíodo habla de la doble naturaleza de Eris, la diosa de la discordia: “No fue una en verdad la estirpe de las Érides, sino que hay dos clases sobre la tierra: una a la que elogiará quien la capte, la otra reprobable” (v. 11-13). Y sigue Hesíodo, a propósito de las dos Érides, cuestión que puede aportar algunas pistas sobre la relación entre los enfrentamientos bélicos y las competencias deportivas:

Y en dos se halla su carácter divido. Pues la una fomenta la guerra malvada y la pelea, maldita ella; ningún mortal la ama, sino que a la fuerza, por voluntad de los inmortales, estiman a la Eris violenta. A la otra la engendró antes la negra Noche, y el Cronida de alto trono, que en el éter habita, la situó en la raíz de la tierra y mucho mejor para los hombres. (Trabajos y días, v. 13-19)

Friedrich Nietzsche, frente a quien, como recuerda Ernst Vogt en su influyente artículo de 1962 “Nietzsche und der Wettkampf Homers” (Vogt, 1962, p. 113), existen (todavía hoy) opiniones encontradas en el ámbito de la filología clásica, subrayaba ya este pasaje de la epopeya didáctica de Hesíodo como la representación de uno de los más notables pensamientos helénicos, digno, según sus propias palabras, de inscribirse en el pórtico de la ética griega (Nietzsche, 1954, p. 294). Esta reflexión está consignada en “Homers Wettkampf”, texto publicado póstumamente y que, al parecer, de acuerdo con el propio Vogt, pudo haber sido concebido por el autor como un posible prólogo para su Nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. En este texto, Nietzsche toma como punto de partida el libro IX de la Descripción de Grecia de Pausanias, en el que, justamente, aparece referenciada la epopeya didáctica de Hesíodo, y lo relaciona, incluso, con la ética aristotélica. Aunque no es del interés de este artículo ahondar en este punto, ni mucho menos participar de esta amalgama de opiniones encontradas, que, según Ernst Vogt, suscita la figura de Friedrich Nietzsche, si quisiera apuntar muy brevemente que la referencia a Aristóteles empieza, de alguna manera, a cerrar el círculo de esta propuesta de lectura. Así como Aristóteles fue uno de los que difundió erróneamente esa versión de los hechos según la cual la ekecheiria y Licurgo eran contemporáneos del primer Festival Olímpico organizado por el Rey Iphitos, una referencia a la ética aristotélica y la búsqueda de Friedrich Nietzsche por ilustrarla a través de un pasaje de Hesíodo, rescatado, a su vez, de uno de Pausanias, es justamente la que da pie a esta nueva serie de reflexiones. Dice, entonces, Nietzsche, en este texto publicado finalmente como parte de sus Fünf Vorreden zu fünf ungeschriebenen Büchern [Cinco prólogos para cinco libros nunca escritos], lo siguiente:

Aristoteles empfindet in der Beziehung dieser Verse auf die gute Eris keinen Anstoß. Und nicht Aristoteles allein, sondern das gesamte griechische Altertum denkt anders über Groll und Neid als wir und urteilt wie Hesiod, der einmal eine Eris als böse bezeichnet, diejenige nämlich, welche die Menschen zum feindseligen Vernichtungskampfe gegeneinander führt, und dann wieder eine andre Eris als gute preist, die als Eifersucht, Groll, Neid die Menschen zur Tat reizt, aber nicht zur Tat des Vernichtungskampfes, sondern zur Tat des Wettkampfes. (Nietzsche, 1954, p. 294. Énfasis del original)

Ahora bien, cito el texto en el idioma original por dos motivos. Primero, porque esta edición de las Werke in drei Bänden (“Obras en tres tomos”) de 1954 que se convirtió de facto en la versión definitiva de este texto –escrito hacia 1872 y publicado después de la muerte de Nietzsche– pone énfasis en cursiva a la palabra Wettkampf: competencia. Desde luego, la explicación podría ser muy sencilla, dado que esta es la primera vez que esta palabra, una de las dos que da título a este prólogo inédito, aparece en el cuerpo del texto. Sin embargo, no puede dejarse de lado que Nietzsche establece una antítesis entre el acto del Vernichtungskampf, algo así como “la pugna asesina”, y el acto del Wettkampf, la competencia, sí, pero también, en aras de mantener dentro de lo posible el juego de equivalencias que propone el autor: “la pugna competitiva”. Una antítesis que la edición de 1954 pareciera querer enfatizar de alguna manera.

Basta remitirse a las líneas anteriores para saber de qué manera la traducción de estos dos términos plantea enormes dificultades y puede dar origen a soluciones más o menos torpes. En mi opinión, resulta mucho más ingeniosa –en la medida que privilegia la claridad de la idea sobre el juego de palabras propuesto por Nietzsche– la propuesta de Llinares, Sánchez Meca y De Santiago Guervós : “[los griegos] alababan a otra Eris que alimentaba el celo, el rencor y la envidia entre los hombres”, dice el texto de las Obras completas publicadas en cuatro tomos, en 2011, “incitaba a los hombres a la acción, pero no ya a una lucha de aniquilamiento, sino al acto del certamen” (Nietzsche, 2011, p. 564). Este es el segundo motivo por el que he decidido citar tanto la versión alemana como la traducción española: Llinares et al., en su aparente búsqueda de transmitir el sentido de lo dicho por Nietzsche, traducen Wettkampf como “certamen” y ofrecen una línea de lectura que resulta bastante reveladora. De alguna manera, podría afirmarse que Nietzsche diferencia en este pasaje el “certamen” – i.e. la competencia deportiva, el Festival olímpico– de la “guerra”, en función de la faceta de la diosa Eris que interviene. En otras palabras, el certamen, y en particular el certamen atlético, se presenta, en el marco de la ética aristotélica-helénica (términos que, cabe decir, resultan intercambiables para Nietzsche), como un sustituto ritual no-violento de las “pugnas asesinas”, como una sublimación de las guerras, como un espacio de enfrentamiento, sí, pero, uno que no conduce a la destrucción sino a la mejoría de los involucrados.

La epopeya didáctica de Hesíodo y la lectura que hace Friedrich Nietzsche de ella y su relación con la ética aristotélica, mediada muy probablemente por Pausanias como apunté, dan cuenta del mismo marco de valores que se desprende de la ficcionalización de las treguas deportivas. Ya sea que este proceso de ficcionalización sea inconsciente (y hasta incidental) como en el caso de los escritos de Hermipo de Esmirna y la serie de errores y malinterpretaciones que desencadenó su descripción de la intervención de Licurgo en el Festival olímpico ; o bien, que se trate de un proceso plenamente consciente como sucede con los escritos de Robert Graves, quien, si bien fue testigo de primera mano de la Gran Guerra, no participó de la “Tregua de Navidad” y construyó, a partir de lo oído y lo imaginado, el más celebre relato sobre fútbol y guerra que jamás se haya escrito. Ambos gestos encarnan la misma búsqueda por un sustituto ritual de la guerra; reconocen la capacidad de las competencias deportivas de constituirse en escenarios propicios para disolver las tensiones (envidias) que motivan los enfrentamientos bélicos; dan cuenta de la manera como, a través del relato (in)conscientemente ficcional, se ha buscado darle sentido a lo inexplicable, la guerra, y se la ha querido sublimar a partir de su reconversión en evento deportivo.

¿Qué puede sacarse en limpio después de todo? ¿Qué tan difícil será rendirle culto a la buena Eris? ¿Será ingenuo servirse de este marco de valores para promover las competencias deportivas como herramientas de resolución/ neutralización de conflictos? ¿Resulta impensable rescatar esa discordia que, en lugar de empujar a los hombres a la destrucción, los termina llevando a la excelencia? ¿Es verdaderamente insalvable esa distancia que media entre nosotros y los griegos? Hace siglo y medio, Nietzsche creía que definitivamente lo era. Y además, concluía que esa incapacidad de reconocer el valor de la envidia evidenciaba el abismo moral que separaba al hombre moderno de los antiguos griegos. Sin embargo, las coincidencias entre la historia del partido de fútbol de la Nochebuena de 1914 y la idea de la ekecheiria como una tregua sólida e inquebrantable, acordada en el mismísimo momento en el que se fundó el Festival olímpico, con el ánimo de promover la amistad, la armonía y la paz, las similitudes entre estos dos eventos aparentemente tan distantes y distintos, parecieran contradecir, una vez más, a quien fuera bautizado como la figura más controversial de la filología clásica. Ninguna de las versiones más difundidas de estas treguas deportivas se corresponde con, ni tampoco se aproxima a, la realidad de los hechos. Ambas son, de acuerdo con la evidencia histórica, poco menos que construcciones ficcionales. Pero, más importante todavía: las dos también demuestran que, tanto en la Grecia Clásica como en el mundo occidental contemporáneo, hubo quienes consideraron plausible que una competencia deportiva suspendiera, neutralizara, reemplazara, aunque fuera por un momento, una confrontación bélica. El abismo parece no ser tan grande como Nietzsche imaginaba.

Referencias

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BROWN, Malcolm; SEATON, Shirley. Christmas truce. London: Papermac, 1994.

CROCKER, Terri Blom. The Christmas truce: myth, memory, and the first world war. Lexington: The University Press of Kentucky, 2015.

GRAVES, Robert. Cuentos completos. Edición de Lucia Graves. Barcelona: RBA, 2016.

HESÍODO. Obras y fragmentos: Teogonía. Trabajos y días. Escudo. Fragmentos. Certamen. Madrid: Gredos, 1997.

NIETZSCHE, Friedrich. Werke in drei Bänden, Band 3. München: Carl Hanser Verlag, 1954.

NIETZSCHE, Friedrich. Obras completas. Vol. I. Escritos de juventud. Trad. Joan B. Llinares, Diego Sánchez Meca y Luis E. de Santiago Guervós. Madrid: Editorial Tecnos, 2011.

RAUBITSCHEK, Anthony E. The panhellenic idea and the olympic games. In: RASCHKE, Wendy J. (ed.). The archaeology of the Olympics. The Olympics and other festivals in antiquity. Madison: University of Wisconsin Press, 1988.

VOGT, Ernst. Nietzsche und der Wettkampf Homers. Antike und Abendland. v. 11, n. 1, p. 113-26, 1962. DOI: https://doi.org/10.1515/anab-1962-0108.

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